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Una ilusión que crece 40 años después

Tal día como hoy, en 1984, el Real Valladolid levantó la Copa de la Liga en una noche mágica en el recién estrenado Zorrilla, un título que emocionó a la ciudad conseguido por una plantilla para el recuerdo

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El 30 de junio de 1984 no fue un día más en la ciudad. Se respiraba otro ambiente. Había una sensación diferente a la de un inicio de verano habitual en Valladolid. El calor, eso sí, intenso, conocido. Pero el color, la pasión, la emoción, sí cobró protagonismo en un sábado en el que la ilusión crecía a medida que se acercaban esas 21.00 horas marcadas en el calendario de todo aficionado del Pucela.

“Fue un día muy grande en Valladolid, un ambiente increíble”. Son los recuerdos de un pucelano de cuna, de una persona que sintió y siente estos colores con auténtica devoción. Además, uno de aquellos protagonistas que aquel sábado comió en el Meliá Parque, merendó y subió en su coche, como el resto de compañeros, hasta el nuevo Estadio José Zorrilla cargado con su bolsa de juego, sus botas y la esperanza de toda una provincia. Es la voz de Luis Miguel Gail, leyenda blanquivioleta y narrador, cuarenta años después, de aquella Copa de la Liga inolvidable.

La relevancia de aquel título tuvo dos aristas. La deportiva, con un equipo que “andaba muy bien, con mucha confianza después de la llegada de Fernando Redondo (como entrenador), que nos cogió los últimos partidos y nos salvamos”. Y la social, para vivir un partido que abarrotó, como el día de la inauguración del nuevo templo, un Zorrilla que celebró casi al filo de la media noche una gesta que hoy se recuerda con cariño.

El camino a la final
Gail recuerda muy bien la persistencia de aquel Pucela que acabó campeón en la temporada 1983-84. La Copa empezó el 6 de mayo con la doble eliminatoria ante el Real Zaragoza, que se superó con solvencia. En segunda ronda el Real Valladolid quedó exento lo que se aprovechó para “hacer un impás, nos vamos a Italia a jugar contra el Avellino”.

Una situación que no cortó la progresión de un Pucela desatado. En las eliminatorias ante Sevilla FC y Real Betis la ida se perdió, sendos 2-0, pero en Zorrilla se remontó. “A la final, con el Atlético de Madrid de Luis Aragonés sabiendo lo que era él, con un pedazo de equipo” revive el vallisoletano, quien pone en valor un título que solo tiene en sus vitrinas el FC Barcelona, el Real Madrid y el Real Valladolid, en los cuatro años que se disputó. “Con el aliciente tremendo de entrar en la antigua Copa de la UEFA”, apunta, ya que el premio de levantar la copa era el billete para Europa.

Por todo ello, aquel 30 de junio había mucha fe  puesta en la vuelta en Zorrilla tras un 0-0 injusto en el Vicente Calderón en el que “hicimos un grandísimo partido, el equipo tenía muchísima confianza, tras perder en el Sánchez Pizjuán y el Benito Villamarín habíamos remontado, estábamos convencidos”.

Un partido en un contexto extraño porque “al ser 30 de junio había jugadores que acababan contrato a las 00 horas, se pidió permiso a la federación por si había prórroga y penaltis que pudieran jugar”. Pero con un ambientazo en las gradas, como subraya Gail precisamente desde una de las tribunas: “Esto estaba a reventar, Gonzalo Alonso creo que llenó dos estadios, se desvivía y quería que todo el mundo fuera partícipe de ello”.

Una prórroga aplastante
El balón rodó en esa tarde-noche calurosa y ninguno de los dos equipos era capaz de romper la fortaleza rival. Los madrileños, que en sus filas tenían entre otras figuras al vallisoletano Chus Landáburu y al mexicano Hugo Sánchez, rozaron el gol pero se toparon con “dos intervenciones buenísimas de Fenoy, es el que realmente mantiene al equipo porque contra estos equipos como se pongan por delante empiezas a sufrir muchísimo; fue un gran portero que dio un gran rendimiento”.

También el Pucela tuvo sus opciones pero al final del tiempo reglamentario se llegó con empate. La prórroga decidiría, y aunque Luis Aragonés intentó meter miedo los jugadores pucelanos no se amedrentaron. “Nosotros estábamos descansando (antes del tiempo extra), con los médicos, con Aramayo por todos lados atendiéndonos… Aragonés les mandó a todos los suyos ponerse en pie, ‘que nos vean que podemos aguantar’, y nosotros estábamos ahí como…. Pero no nos asustó” relata Gail, quien desgrana que Fernando Redondo “dijo que íbamos a poder, ajustamos líneas, que ellos iban a estar más agobiados… y con los tres goles fue impresionante”.

Porque en esa prórroga el Real Valladolid tocó el cielo. Se acuerda muy bien el vallisoletano de esos tantos que dieron el triunfo a los suyos, el primero en “una jugada del Pato Yáñez que se marchó por velocidad, echó el centro hacia atrás y Votava lo mete en su propia portería”. 1-0, minuto 98, estallido en las gradas. “El segundo fue de Paco Fortes, Moré con su personalidad se lleva el balón a trompicones, acaba en los pies de Paco y lo mete a la izquierda del portero”, relata, cuando corría el minuto 106. Acariciando la copa llegó el tercero, “prácticamente en el 120, con el Atlético a la desesperada, un pase de Paco Fortes, creo recordar que prolonga Jorge Alonso y recibe Minguela, que estaba solo”.

La plantilla, para el recuerdo
Aquel 3-0 supuso el primer título nacional del Pucela y su primer pase a competición europea, en una noche que se celebró sobre el verde de Zorrilla y que dejó esa mítica foto que todo blanquivioleta tiene en su mente. Unos actos sin la solemnidad ni duración de la actualidad, eran otros tiempos, y que no hicieron justicia a un plantel de jugadores que se convirtieron en leyendas.

“Teníamos un equipazo. Fenoy, Aracil, Richard, García Navajas y yo en la defensa. En el medio campo López, Eusebio, Jorge y Moré. Y arriba el Payo Yáñez y Da Silva. Yo jugaba en el medio campo pero en el partido ante el Betis se lesiona García Navajas y me pone de central, y ya jugué de central la final. Cómo venía a recibir Eusebio, la personalidad de Moré, Jorge cuando encaraba, Aracil que era muy complicado de superar, la velocidad del Pato, Da Silva que la aguantaba y nos daba tiempo a acompañarle… estábamos muy completos” repasa un sonriente Gail, quien desvela que durante ese partido decisivo Hugo Sánchez le dijo a Richard que dejara de dar patadas, y este le respondió que él estaba ahí para no dejar jugar al mexicano.

Un título que supone mucho más
Han pasado 40 años. Muchos de los abonados de hoy no vivieron aquel partido, ni esa época, pero seguramente los nombres de aquellos jugadores estarán en su cabeza, bien por el legado generacional, bien porque se trata de jugadores que son historia viva del Real Valladolid. Y es que la estela de aquella Copa va mucho más allá de esa noche.

“Es el único título importante del Real Valladolid, pero hay que recordar que dentro de cuatro años va a ser el centenario. Por aquí han pasado grandes jugadores, entrenadores y presidentes, hemos pasado todos estos, pero la afición es la que siempre ha estado, ese es el gran valor”. Palabras sabias de una persona que “soñé de niño que iba a jugar aquí, y tuve esa suerte”.

Gail derrocha sentimiento blanquivioleta y lo transmite con sabiduría en cada palabra, ejemplo de un corazón que late por estos colores. “Somos de Valladolid, nuestro equipo siempre es el Valladolid, de niño me colaba en el estadio para ver al Valladolid (en ese viejo Zorrilla que se despidió con un gol suyo). Tengo la suerte de jugar en el primer equipo, inaugurar este campo, ganar el título… he tenido la suerte de que el Real Valladolid se cruzara en mi camino y me acogiera” resume.

Y por todo ello su testimonio es valioso. Él, que celebra que “según han ido avanzando los años el Real Valladolid ha ido consiguiendo más masa de abonados, veo a mucha gente joven, muchas chicas, el primer equipo mueve todo y cuanto más tiempo esté en Primera, ojalá siempre, va a ir a más”. Que debutó en Primera con 16 años siendo, aún hoy, el jugador más joven en hacerlo con la blanquivioleta. Que sabe lo que significa el arraigo a una tierra y a una pasión.

Por eso, para finalizar el recuerdo de lo que fue aquella Copa de la Liga de 1984, reflexiona. “Yo vengo a Zorrilla a ver la camiseta del Valladolid, quiero que la dignifiquen porque es lo mejor que puede tener el jugador de fútbol”. Y ese sentimiento sincero lo traslada, como tantos padres y madres, a las siguientes generaciones. Ríe al asegurar que “cuando veo la camiseta del Valladolid, en el Estadio, o a alguien cuando paseo con mi nieto, me quedo mirando y pienso decir ‘me la dejas que me la pongo”. Y cierra con un mensaje para esta temporada que está a punto de comenzar: “Regresamos a donde nos corresponde. Este escenario, Zorrilla, está impecable y tenemos que seguir llenándolo. Los partidos son largos y el aliento que los jugadores tienen que sentir desde la grada tiene que ser constante, la afición del Real Valladolid siempre lo ha hecho y lo seguirá haciendo para que el equipo funcione”.

 

ESTE ES EL ACTA DEL PARTIDO DEL 30 DE JUNIO DE 1984