El Real Valladolid y el Albacete BP compartieron en el verano de 1995 una historia que los unió para siempre y que, de alguna manera, supuso una revolución para el fútbol español. Cuatro ciudades coparon el foco en aquel agosto convulso tras la finalización de la temporada 1994-95 en la que el descenso deportivo de los clubes castellanos desencadenó un movimiento jurídico liderado por el entonces presidente blanquivioleta Marcos Fernández en pro del cumplimiento normativo de LaLiga.
El final de competición inundó de tristeza a ambas ciudades. Sus equipos no habían logrado el objetivo y su destino era Segunda División, el Albacete BP después de no haber superado a la UD Salamanca en el playoff de permanencia, y el Pucela de manera directa tras finalizar en penúltima posición. Era imposible adivinar en aquel junio de 1995 todo lo que estaría por venir y que, a la postre, supuso la creación de una Primera División con 22 equipos como solución a una situación que sacó a la gente a la calle en protestas multitudinarias.
El 31 de julio de ese 1995 finalizaba el plazo para presentar los avales correspondientes para poder jugar en la élite futbolística. Los equipos tenían que justificar un 5% de su presupuesto de cara al siguiente curso, requisito imprescindible para su inscripción, y ese fue el punto que hizo valer Marcos Fernández, quien se personó en la sede de la entonces LFP el 1 de agosto, junto con un notario, para comprobar que todos los clubes cumplieran las exigencias económicas. Allí se descubrió que dos clubes no habían presentado esos avales y, por tanto, ese primero de agosto la Comisión de Finanzas de la LFP anunció el descenso a Segunda B del Sevilla FC y del RC Celta de Vigo. Esas plazas serían ocupadas por el Albacete Balompié y el Real valladolid respectivamente.
A partir de ahí se vivieron unos días trepidantes. El 3 de agosto una manifestación en Valladolid congregó a 3.000 personas para reclamar que se ejecutase, de modo irrevocable, el ascenso de los blanquivioletas, coincidiendo con el día que el primer equipo comenzaba sus entrenamientos en el Nuevo Estadio José Zorrilla, después de una pretemporada en Los Ángeles de San Rafael. Manifestaciones similares tuvieron lugar en Vigo y Sevilla exigiendo que sus clubes no fueran descendidos, mientras en los despachos se libraba una batalla jurídica de recursos y alegaciones por una y otra parte.
El 10 de agosto de 1995 el Consejo Superior de Deportes resuelve a favor de Real Valladolid y Albacete BP para que jueguen en Primera División y recomienda a la LFP ampliar a 22 el cupo de equipos, incluyendo también a andaluces y gallegos. Algo que se aprobó definitivamente el día 16 en una asamblea extraordinaria, estableciendo que 22 clubes participarían en la máxima categoría del fútbol nacional durante los dos siguientes cursos, la 95-96 y la 96-97, volviendo a 20 en la 97-98. De esta forma se logró devolver a su cauce las aguas de las diferentes aficiones. Pero aún quedaba batalla por librar.
Y es que el día 18 la RFEF se negó a aceptar esta liga de los 22 para la 96-97, lo que motivó una nueva asamblea de la LFP el día 24 de un agosto para la historia futbolística. Allí se acordó mantener los 22 equipos hasta ese verano de 1997 y, finalmente, Real Valladolid, Albacete BP, RC Celta y Sevilla FC fueron equipos de la máxima categoría en un año que, además, supuso otro cambio importante al pasar las victorias de valer dos puntos a contar tres.