Enes Ünal, lucha y adrenalina
El ariete turco explica su forma de entender el fútbol y las razones que vertebran su actual punto de madurez
Enes Ünal (Osmangazi, 10 de mayo de 1997) ha sido un nómada del fútbol toda su vida. No solo la profesional, la cual arrancó con apenas 16 años en el Bursaspor turco, sino que ya se graduó en mudanzas cuando apenas gateaba. Su padre, Meset Ünal, también fue futbolista y, claro, de ahí le viene la veneración por la pelota que le ha llevado a medrar por fraguarse un nombre dentro de los terrenos de juego; el lugar en el que es feliz corriendo y porfiando. La pugna es su adicción y el césped el único sitio en el que halla la adrenalina que necesita para respirar.
Trabajo incansable que, a sus 22 primaveras, ha plasmado en ocho equipos (Bursaspor, Manchester City, KRC Genk, NAC Breda, FC Twente, Villarreal, Levante y Real Valladolid) de cinco países diferentes (Turquía, Inglaterra, Bélgica, Holanda y España). Vivencias lejos de su familia y amigos que le han curtido, y cincelado, según dice, su fortaleza mental.
“Han sido otros países, otros clubes, nuevos desafíos en los que siempre he tenido que esforzarme al máximo para entrar en el equipo, para lograr que me acepten. Siempre hay momentos difíciles. Estás lejos de tu familia, de tus amigos, pero eso poco a poco te va haciendo más fuerte mentalmente. Te conviertes en una persona que nunca se rinde, y así será hasta que acabe mi carrera”, comenta el futbolista turco durante una entrevista que puedes disfrutar en su totalidad aquí.
Una charla en la que detalla por qué ha encontrado en Valladolid la estabilidad que demandaba y que también le aporta su reciente matrimonio. Un punto de madurez que coincide con su mejor producción goleadora a orillas del Pisuerga (ha marcado cuatro de los últimos seis goles del equipo) y que también achaca a la “familia” que ha hallado en el vestuario blanquivioleta.
“Quería estar en algún sitio más de un año. Además, el Real Valladolid es un buen equipo con un gran ambiente en un vestuario al que estás deseando llegar cada mañana. También me encanta jugar en nuestro estadio, tiene una gran atmósfera en la que siempre hay presión. Los aficionados quieren que juegues bien y marques goles y, si no, se enfadan. Es algo que me encanta”, asegura.
Mismamente, define su relación con los hinchas como de “amor-odio” y subraya que su mejor momento con la elástica blanquivioleta lo vivió en Vallecas, donde se certificó la salvación la pasada campaña. “Fue increíble. Nos salvamos y fue una gran fiesta. Fue fantástico ver a todo el mundo tan feliz; los aficionados, los trabajadores del Club, los jugadores… Todos juntos y felices. Por momentos como este amamos el fútbol”, reflexiona Enes Ünal, quien se marca como objetivo principal para este curso repetir aquel jubiloso desenlace.
También quiere aumentar sus guarismos anotadores y acudir a la Eurocopa con Turquía. Para conseguirlo buscará perforar las metas adversarias y sostener uno de los pilares sobre el que se sustenta su juego; la pugna incesante en los duelos. “Me aporta adrenalina, especialmente en los partidos de casa, porque los aficionados se encienden, están más excitados. Me encanta y lo voy a echar de menos. Me queda aún mucho camino por delante jugando al fútbol, pero cuando lo deje voy a echar de menos marcar goles y pelear”, anota el delantero otomano.
En cualquier caso, es muy pronto aún para que piense en el ocaso de su carrera, a pesar de que ya acumule seis años como jugador profesional. Un oficio que él entiende como un privilegio que demanda una concentración de monje anacoreta y disciplinada entrega. De ahí que lo único que deteste del balompié es la derrota y que sus días libres tras partido los emplee en recuperarse y desconectar jugando a videojuegos o leyendo.
Aficiones “normales” para Enes Ünal, un jugador que creció admirando a Kaka y que dio sus primeros pasos en el mundo del fútbol fijándose en Ibrahimovic. Sin embargo, ahora quiere patentar su propio estilo, uno que le lleve a regalar más alegrías a los aficionados y conquistar sus metas personales, siempre a través de un innegociable e irreductible esfuerzo. “No me voy a rendir nunca”, sentencia.