El vertiginoso viaje de Juma
El joven central sierraleonés, recién llegado a la cantera blanquivioleta, ha protagonizado un debut meteórico
Abdulay Juma Bah (Freetown -Sierra Leona-, 11-04-2006)podría ser perfectamente el protagonista de una serie de Netflix. La de un joven africano que desde bien pequeño trabaja para ayudar a su familia y que, en campos de tierra, sueña con triunfar algún día en el fútbol europeo. Juma, aún en edad juvenil, formalizó hace un mes su llegada a la disciplina blanquivioleta procedente del AIK Freetong de la Primera División de Sierra Leona. Desde entonces todo ha ido tan rápido que parece mentira.
Alojado en la Residencia de Jóvenes Jugadores del Real Valladolid – se suma a la lista de futbolistas que han conseguido debutar en Primera tras pasar por allí desde su inauguración hace 25 años-, el imponente central ha disputado dos partidos con el Juvenil A y uno con el Promesas. Apenas seis días de su primer duelo en Segunda RFEF, apenas un mes después de su llegada a Valladolid, Pezzolano no dudó en darle la oportunidad de su vida.
“En mi país me levantaba a las cuatro de la mañana para ayudar a mi padre, Abdul Karim, que es panadero, a recoger leña para el horno. Empecé a jugar descalzo en la calle con mis amigos y luego en campos de tierra hasta llegar a la Premier League de mi país. El Real Valladolid se fijó en mí y me fichó”. Y ahí empezó un vertiginoso viaje que en apenas cuatro semanas hizo parada en su debut oficial en LaLiga.
El central cumplió con creces. Debe ser muy difícil plantarse de pronto en Zorrilla delante de más de 21.000 personas y rayar a un buen nivel en un partido de elite. La afición y los compañeros le arroparon en todo momento y en Sierra Leona, pegados a un televisor a casi 4.000 kilómetros, sus familiares y amigos estaban pendientes de Pucela, orgullosos de Juma. Allí donde jugó sus primeros partidos, en Nicole Street del barrio Congo Market de Freetown, su gente alucinaba. “Sobre todo mi madre, Umu. Ellos están muy contentos por mí, no se lo pueden creer, y rezan todos los días para que todo vaya bien”, dice agradecido.
“Cuando vi mi nombre en la pizarra mi corazón se aceleró. Todos mis compañeros y el cuerpo técnico insistieron en que simplemente hiciera lo que hago en los entrenamientos, que estuviera tranquilo y que disfrutara. El apoyo de la afición fue asombroso, escucharles cantar el himno, cómo sonaba el Estadio, cómo decían mi nombre… Es la mejor sensación que he tenido en la vida”. Sonrisa sincera y tímida, ojos ilusionados.
Ahora el proceso es simplemente seguir como hasta ahora. “Tengo humildad y trabajo, y tengo claro que quiero devolver a la afición el cariño y al entrenador la confianza”. Trabajar, soñar, ser humilde. Y volver a demostrar en cada capítulo que los sueños se cumplen.